Friday, March 29, 2024

Etapas del desarrollo, crisis vitales y familias migrantes 3/4

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DIPLOMAT MAGAZINE “For diplomats, by diplomats” Reaching out the world from the European Union First diplomatic publication based in The Netherlands Founded by members of the diplomatic corps on June 19th, 2013. Diplomat Magazine is inspiring diplomats, civil servants and academics to contribute to a free flow of ideas through an extremely rich diplomatic life, full of exclusive events and cultural exchanges, as well as by exposing profound ideas and political debates in our printed and online editions.

With the release of the bestseller Traslados, Silvia Korenblum, psychologist and diplomatic spouse, describe and explore the transitory migration of diplomatic life and its impact on the family. Diplomat Magazine decided to publish this powerful companion book designed for diplomats and their families, in its original language.

Por Silvia Korenblum.

Las etapas del desarrollo con sus crisis vitales son esperables para todos los individuos. Surgen desde la naturaleza misma de la biología y de la sociedad y atraviesan la estructura familiar.

Adultez. Emancipación de los hijos. Nido vacío

La adolescencia de los hijos coincide con la edad madura o adultez de los padres (abuelos). Crisis por los dos lados.

Para dar curso a los cambios durante las transiciones en el ciclo vital de la familia, los adultos tienen que confrontar las antiguas experiencias que tuvieron, como hijos, con sus padres, y las que tienen actualmente con sus hijos en su calidad de padres. En el desarrollo normal de una familia, el crecimiento incluye la pérdida de viejas pautas de relación y la adquisición de nuevos aprendizajes.

La etapa de la adultez es un momento de transición, de replanteo de la vida y de duelo por varias pérdidas. Los hijos ya son más independientes. Comienza la etapa universitaria, y con ella las separaciones, que se dan, por lo general, por causas prácticas (la universidad se empieza y termina en un país y puede ser que no coincida con la nueva residencia de los padres). En este caso la separación no es producto de una consecuencia gradual madurativa. Los hijos se quedan solos, a veces, demasiado pronto y los padres experimentan un síndrome de nido vacío precoz, antes de que estén listos, ellos y sus hijos, a que los pichones salgan a volar.

Este “nido vacío” se ve forzado por la situación, ya que si los hijos tienen que quedarse estudiando en otro país se separan de los padres antes de que unos u otros, o ambos, estén listos. Aquí se da una situación complicada ya que en general, cuando se trata de un funcionario hombre, la mujer se siente tironeada entre el hijo o los hijos que quedan solos y su pareja y su carrera. Hasta no entender para qué se sigue acompañando a su pareja, si los hijos están tan lejos y la necesitan.

Catalina G. atraviesa una depresión enorme al tener que dejar a una hija que estaba en la universidad en su país de origen y partir junto a su marido y a su hija menor a otro país. Si bien sabía que su hija había quedado bien cuidada en casa de una hermana suya, no podía dejar de sentir la fractura de su familia, cayendo en una grave depresión y viajando todo el tiempo de un país al otro sin estar en ningún lado, viviendo literalmente en tránsito.

Aquí, comienza un tiempo complicado para el matrimonio que se encuentra solo por segunda vez. Se puede observar un dilema en la pareja: en este momento el funcionario , ha progresado en estatus y posición y se vuelve más atractivo para las mujeres jóvenes, mientras que las mujeres de la misma edad, cuya autoestima depende más de la apariencia física, se pueden encontrar menos atractivas que los hombres, aquellos a los que sienten que han seguido por el mundo, les han criado los hijos, y que se han olvidado de ellas.

Empieza una etapa de balance y replanteo, sobre todo para las mujeres, que sienten que han dejado su vida en manos de otro. La mujer se encuentra con el marido, solos. Han pasado años, muchas experiencias. Se hace una revisión del pasado. Se analiza cómo ha transcurrido la propia vida y cómo se quiere continuar.

Si bien la ausencia de los hijos afecta al padre y a la madre, es en la mujer en quien repercutirá de manera estrepitosa.

En el caso en el que es la mujer la que acompaña al marido funcionario, ésta madre en tránsito, por lo general, no ha podido desarrollar su profesión y sólo se ha dedicado a los hijos y al marido. El trabajo de las adaptaciones familiares ha caído casi completamente en sus manos, y eso la ha mantenido ocupada, casi olvidada de sí misma.

Las mudanzas no le han permitido continuar con su profesión. Toda una vida se ha ido construyendo en torno a sus hijos, atenta a sus etapas evolutivas, a sus horarios, estados emocionales, a sus éxitos y fracasos.

La salida dependerá de la pareja y de cómo estructure esta nueva realidad. El éxito o el fracaso de esta fase se verá muy influido por lo que haya ocurrido en las precedentes, de cómo sea el nivel de diferenciación en esa familia, y de cómo se hayan atravesado los distintos estadios evolutivos, que en las familias migrantes son muy recortables.

Cuando uno se despide de un lugar se despide de una etapa de la vida.

Para la familia en tránsito, las fases de crecimiento están muy marcadas, ya que se llega a un país con determinadas características en lo evolutivo, y se parte a otro en otra etapa de la evolución. Entonces, cada etapa de la vida se encuentra claramente asociada a un lugar diferente, a una geografía, hasta a un olor diferente.

Las despedidas y los duelos evolutivos se encuentran muy mezclados. Dejar un país implica dejar a unos hijos que llegaron siendo bebés y se van siendo niños, o llegaron niños y se van adolescentes. Las transiciones, entonces, se ven forzosamente marcadas por las geografías. Las familias que nacen y se desarrollan siempre en el mismo lugar no perciben con tanta claridad el paso del tiempo, de una etapa a la otra en el ciclo vital. En las familias en tránsito esto se evidencia en una cantidad de “detalles” que se ponen de relieve y demanifiesto al hacer la mudanza.

Todos sabemos que, cuando se hace una mudanza, se hace una limpieza profunda, que implica una revisión de nuestras cosas, de lo que sirve o no, de lo que irá a la nueva casa.

De alguna manera uno siente que empieza una limpieza de su propia vida, dejando cosas, que cree que ya no va a necesitar, con la ilusión de “empezar de nuevo”.

Los objetos guardan gran parte de nuestra historia. Cuando uno se deshace de una cuna es evidente que ya no habrá más bebés en una casa. Lo mismo sucede con los libritos, o el triciclo.

Estos objetos nos recuerdan lugares, personas, momentos, íntimamente ligados a los ciclos vitales, a sus crisis y variaciones.

Marcelo , de 40 años, entre su tercer y cuarto destino se deshizo de un montón de cartas que guardaba celosamente desde su adolescencia; en ese momento sintió que ya nunca más las necesitaría. Luego, en el nuevo destino, se dio cuenta con tristeza que se había desprendido de un testimonio muy querido de su pasado.

Al realizar una mudanza cada 2, 3 ó 4 años, estas etapas se delimitan con mucha claridad. Cada pocos años se realiza una “limpieza profunda” se revisan hasta el último de los cajones y con ello hasta el último recuerdo, con la certeza absoluta de que hay algo que ya no se repetirá mas.

Ya no se estará allí, ya no estará el vecino e inevitablemente, esta marca del paso del tiempo se manifiesta con tal concretud, como si se pudiera tocar el pasar de los años en cada centímetro crecido.

Crisis vitales intergeneracionales

Otra variable a tener en cuenta dentro del ciclo vital, es la interge- neracional, la relación en que se encuentren los progenitores con sus familias de origen.

La familia en tránsito está lejos, y llega un momento en el que un padre de uno u otro cónyuge, enferma y/o muere. Sabemos que dentro de la adultez esto sucede. Nuestros padres se ponen viejos. Y ello no se ve gradualmente: se va viendo como de a golpes.

Forma parte de nuestro ser adulto.

Aunque visitaba a sus padres una vez al año, a Adriana C. siempre la perseguía la incertidumbre de cómo los iba a encontrar. Si bien hablaba por teléfono con ellos semanalmente, tuvo una impresión muy fuerte: “Un día nos bajamos del avión y eran unos viejitos”.


La autora Silvia Korenblum, nació en Buenos Aires y es Licenciada en Psicología, Universidad de Buenos Aires. Tiene un Post grado en terapias de familias y parejas, además de un Magister en psiconeuroendocrinologia. 

Es Especialista en problemas de desarraigo y adaptación, ha ejercido su práctica clínica en diversas instituciones clínicas y hospitalarias. Ha trabajado dictando seminarios y coordinando talleres de orientación a padres de niños y adolescentes atravesados por la problemática de la migración, en diferentes países.

Es Autora de numerosas ponencias y artículos sobre su especialidad y del libro Familias en Transito, Lumen humanitas 2003.

Casada desde hace 25 años con un diplomático. Actualmente vive en Bruselas, ejerciendo su practica clinica, terapia y coaching on line.

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Fotografia por Pablo Grinspun.

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