Friday, April 19, 2024

Etapas del desarrollo, crisis y familias migrantes 2/4

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DIPLOMAT MAGAZINE “For diplomats, by diplomats” Reaching out the world from the European Union First diplomatic publication based in The Netherlands Founded by members of the diplomatic corps on June 19th, 2013. Diplomat Magazine is inspiring diplomats, civil servants and academics to contribute to a free flow of ideas through an extremely rich diplomatic life, full of exclusive events and cultural exchanges, as well as by exposing profound ideas and political debates in our printed and online editions.

With the release of the bestseller Traslados, Silvia Korenblum, psychologist and diplomatic spouse, describe and explore the transitory migration of diplomatic life and its impact on the family. Diplomat Magazine decided to publish this powerful companion book designed for diplomats and their families, in its original language.

Por Silvia Korenblum.

Las etapas del desarrollo con sus crisis vitales son esperables para todos los individuos. Surgen desde la naturaleza misma de la biología y de la sociedad y atraviesan la estructura familiar.

Adolescencia

Una crisis de desarrollo por excelencia es la adolescencia, pasaje de niño a adulto, dolorosa y excitante travesía.

Siguiendo las ideas de Arminda Aberastury (1983), podemos decir que el adolescente realiza tres duelos fundamentales: a) duelo por el cuerpo infantil perdido, siente sus cambios como algo externo frente a lo cual se encuentra como espectador impotente de lo que ocurre en su propio organismo; b) duelo por el rol y la identidad infantiles, que implican una toma de responsabilidades que antes desconocía; y, c) duelo por los padres de la infancia que también tienen que aceptar su envejecimiento y el hecho de que los niños ya no son niños.

Ya el polo de identificaciones no está en la casa como en la infancia (madre, padre, hermanos). Es el momento de salir, de buscar afuera, de despegarse de los padres y descubrir el mundo. De esta manera, el adolescente se mueve entre el impulso del desprendimiento de los padres y la defensa que le impone el temor a lo desconocido.

A los adolescentes en tránsito, cuando se tienen que trasladar, se les suma el duelo por el grupo de pares y la geografía. Y se complica, porque dejar a los amigos, novios, clubes, deportes que se practican en virtud de una geografía y una cultura determinada, es dejar una imagen, un reflejo, un referente, en plena búsqueda de identidad.

Ese reflejo que al adolescente le devuelve quién es él, en el momento en el que la imagen del hogar ya no es lo que más necesita o justamente es una imagen de la que busca desprenderse. Es entonces cuando los adolescentes reaccionan y se enojan con sus padres. Los jóvenes sienten que tienen razón en esa rabia, mientras que sus padres se debaten entre las culpas y las reediciones de sus propias ansiedades adolescentes y se encuentran perdidos entre las razones de sus hijos, y sus propias razones.

Florencia de 16 años estaba de novia cuando llega el traslado. Esto crea una verdadera crisis en la madre, que se debatía entre estar alejando a su hija de “el amor de su vida”, y la culpa de hacer un daño irreparable. La madre con una testarudez adolescente, hacía que ella y su hija tuvieran enfrentamientos, de igual a igual, donde la madre no podía poner un orden de prioridades, sumida en una angustia paralizante. Ya no podía soportar escucharla. La madre ya no podía contener a su hija que necesitaba más que nunca de su escucha y contención.

Es un período de contradicciones, confuso, ambivalente, doloroso, caracterizado por fricciones con el medio familiar. Empiezan las justificaciones para todo tipo de trasgresión. Los hijos culpan a los padres porque son arrancados de su vida sin ser consultados, sin tener voz ni voto, en un momento en el que se trata por sobre todas las cosas de hacerse oír. El dolor es genuino.

Es un tiempo duro y de mucha soledad. Es un momento donde la identidad es muy frágil y la necesidad de un marco de referencia seguro y compartido se hace muy necesario.

Por eso será, de todos, el momento más complicado para la familia en tránsito. Los hijos deciden que ya no quieren acompañar más a sus padres en esa gitanería loca, pero no son autónomos como para quedarse solos. Comienzan luchas internas de las que no siempre se sale bien.

El adolescente es especialmente vulnerable para asimilar los impactos proyectivos de padres, hermanos y amigos. Es un receptáculo propicio para hacerse cargo de los conflictos de los demás y asumir los aspectos más sensibles del medio en que actúa. Por eso, es lo más factible que en la familia migrante sea el adolescente el que represente el malestar que la mudanza irremediablemente trae consigo.

En virtud de la crisis esencial de la adolescencia, esta edad es la más apta para sufrir los impactos de una realidad frustrante.

Los padres son juzgados por sus hijos, y son padres culpógenos. Los hijos sienten hostilidad hacia sus padres y sienten que no son comprendidos. Esa misma des idealización de las figuras parentales los sume en el más profundo desamparo.

Cuanto más conciencia tienen los padres de sus propias limitaciones y necesidades, tanto más son capaces de responder a sus hijos. Cuanto más se enfrenten con la aceptación del crecimiento de los hijos, y la ambivalencia y resistencia que esto puede implicar, más conectados estarán con sus propias limitaciones por el paso del tiempo y de ahí podrán sacar experiencias y claridad para atravesar este difícil momento de crecimiento.

Reconociendo lo que se pierde y teniendo en cuenta la capacidad para reconstruirlo, tratando juntos de crear una estrategia común para recrear un grupo de pares en el nuevo destino.

Las crisis, al no discutirse lo suficiente, hacen que las personas que las experimentan se sientan aisladas, confundidas o culpables y creen ver en ellas algo malo y quizás hasta anormal cuando en realidad ya en esta etapa hay que pensar que hay que entender las razones de los hijos y empezar a contemplarlas aunque a veces a los padres no los convenzan tanto.

Una madre una vez me pregunto: ¿Quién nos enseña a ser padres de adolescentes?

La contraparte de los adolescentes:

Adolescencia: Dícese de la etapa de la vida en la cual los padres se ponen insoportables.


La autora Silvia Korenblum, nació en Buenos Aires y es Licenciada en Psicología, Universidad de Buenos Aires. Tiene un Post grado en terapias de familias y parejas, además de un Magister en psiconeuroendocrinologia. 

Es Especialista en problemas de desarraigo y adaptación, ha ejercido su práctica clínica en diversas instituciones clínicas y hospitalarias. Ha trabajado dictando seminarios y coordinando talleres de orientación a padres de niños y adolescentes atravesados por la problemática de la migración, en diferentes países.

Es Autora de numerosas ponencias y artículos sobre su especialidad y del libro Familias en Transito, Lumen humanitas 2003.

Casada desde hace 25 años con un diplomático. Actualmente vive en Bruselas, ejerciendo su practica clinica, terapia y coaching on line.

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Fotografia por Pablo Crinspun.

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